domingo, 28 de febrero de 2010

If I coud see you again

Como decía el maestro: “La vida te la dan, pero no te la regalan”.

Y no es que tengas que pagar un precio por ella o que tengas que empeñar hasta tu alma para poder tirar hacia delante… La mía, al menos, no está en venta. Es solo que, a veces, el guión da un giro inesperado que te remueve por dentro y deja, por un momento, de tener sentido tu papel…

Cuando te dan la vida todo se te aparece como un mundo por descubrir, como un paraíso inexplorado… El problema es que no te informan de qué va la cosa…

Vivir es una responsabilidad. Te ofrecen la vida y ahí te las arregles.
Tuyas son las botas, tuyo es el camino.

Pero párate y vamos, deja de hipotecar tu vida y de encadenarla a miedos irracionales, simplemente sal ahí fuera y comprueba que todo puede ser tan fácil como tú quieras que sea. Si te paras por cada piedra que te encuentres en el camino, vas a perderte a dónde te puede conducir… No se trata de un sprint, ni de ver quién llega el primero, se trata de una carrera de fondo.

Y en esta vida donde todo es reemplazable y desechable...
un día descubres que eso no siempre es cierto...
If I coud see you again *


jueves, 4 de febrero de 2010

X e Y

Érase una vez una historia que no fue tal.

Una historia que comenzó con el Fin y no siguió con el “vivieron felices”.

Todo comenzó, o terminó, cuando X e Y quedaron una tarde tras años de distanciamiento, querían verse de nuevo, pero sobre aquella cita sobrevolaban los fantasmas del pasado. Una sensación en la que sobraban las palabras y faltaba el valor.

Quedaron en el banco de la plaza, donde años atrás habían quedado cada tarde, antes de que a Y le enviaran en misión humanitaria a kilómetros de casa. X seguía pensando en él, pensaba en su amigo de la infancia y su cómplice.

La marcha de Y fue un golpe duro para X, hasta entonces no se había dado cuenta de lo que significaba en su vida. Comenzaron a intercambiarse decenas de cartas donde se contaban lo que les iba sucediendo en el día a día: la última clase en la que X tuvo que reñir a un alumno porque no paraba de tirarle bolitas de papel a su compañero, el último entrenamiento en el campo a las 5 de la mañana de Y

Entre cartas y cartas llegó el día en el que comunicaron a Y su regreso a casa. Entonces Y escribió la última y más sucinta carta a X:

Querida X,

Vuelvo a casa… Te he echado tanto de menos, que cuento las horas para verte de nuevo…

Te quiero.

Y.

Y nunca antes le había dicho que la quería…

Quedaron en el banco de la plaza, como siempre.

X llegó 10 minutos antes y se mantuvo tras una de las esquinas que desembocaban en el cruce de caminos.

Y llegó puntual y se metió en una cafetería donde podía ver el banco tras el cristal.

La tarde iba cayendo, las farolas pronto comenzaron a reemplazar al sol y poco a poco la gente fue abandonando la plaza. El silencio iba haciendo su propio eco.

X tuvo miedo de salir tras la esquina.

Y no tuvo el valor de abandonar el café.

X e Y siguen escondidos.

Perder el pulso frente al miedo es la más indigna de las derrotas.