miércoles, 25 de junio de 2008

Déjame que te diga algo...



Déjame que te diga una cosa, que tu actitud es de perdedores, sí. Que aunque parezca que llevas el mundo por bandera y tus pasos sean capaces de crear un ambiente silencioso a tu alrededor, no eres nadie.

Dejaste de ser alguien cuando te convertiste en lo que eres, una oveja más en el rebaño de la hipocresía, en ese rebaño en el que todo miembro se cree especial y como espejos se reflejan los unos a los otros. Pues no, siento decirte que de especial no tienes nada. Que los de tu calaña poco respeto me merecen, porque dejaron de respetarse así mismos hace mucho tiempo. Y ya se sabe, si eres capaz de venderte al mejor postor, qué vas a hacer con el resto... con los que ahora ves bajo tu sombra.

Pero tranquilo, que no estás solo, como ya digo, sois muchos los que pertenecéis a esa estirpe de dioses sin cetro, de directores sin batuta y de líderes sin convicción; que vivís bajo el lema de "no hay que ser bueno, sino parecerlo", que os alineásteis bajo unos principios vacíos... Vacíos como sois todos, porque dejasteis derramar toda vuestra esencia, todo vuestro yo... a cambio de ser como esa masa uniforme de cabecillas sin cabeza.

¿Que os tengo envidia? Qué poco has entendido entonces. Envidia, ¿de qué?

¿Que así nunca llegaré a nada? Llegar, ¿a dónde? ¿Dónde está tu meta? Quizás yo no tenga de eso... No tenga un límite, no tenga un fin, no tenga un "hasta aquí me quedo".

Yo no necesito una corona para sentirme princesa. Yo soy yo, con mis mil defectos y alguna que otra virtud... No soy como vosotros.

Gracias a Dios.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmm... hoy te has puesto guerrera...

No cambies!

Besos