domingo, 8 de junio de 2008

Ssshhh...



¡Silencio!- ordena la profesora cansada de tanto griterío al entrar al aula.


El silencio no existe. O al menos lo que entendemos por silencio, la ausencia de sonido total y absoluta.


Ni en el bosque más solitario y apartado de la sociedad, existe un silencio absoluto. El ruido de los pajaros, de cualquier riachuelo o el simple susurro del viento... turban y condimentan el silencio. La mera presencia de un ser vivo genera un sutil murmullo, el compás de su corazón... Hasta en el mismo Universo existen ecos de conversaciones pasadas... Al menos es lo que Alice Gould, en Los renglones torcidos de Dios, afirmaba:


-[...] Y la voz que sonó una vez no se pierde para siempre. La vibración de la onda sonora se expande y se aleja, pero permanece eternamente. Esta conversación que estamos teniendo, doctor, existirá en el futuro en un lugar lejano.

- ¿Quiere usted decir que toda palabra es eterna?

- Es una simpleza lo que digo. No hay nada de original en ello, puesto que está probado. La curiosidad insaciable del hombre creó grandes ojos (los telescopios), para ver más allá de lo que la vista alcanza. Ahora ha creado grandes orejas (los radiotelescopios) para captar ruidos del Universo. He leído que aún se oye el sordo clamor de la primera explosión: la que fue origen de la creación del mundo y de la fuga de galaxias.


Y es que el hombre ha inventado una palabra, un concepto que jamás ha experimentado, para describir lo que nunca ha conocido.

1 comentario:

Unknown dijo...

Precioso!!! :) ** sigue asi!! un Besito!!