lunes, 14 de enero de 2008

Cemento y cristal





Todo se reduce a unos muros, unos muros que construyes, que te separan de la gente. Unos muros que construyes con arena y que ruegas a Dios que nadie los salte.

Puedes pasarte la vida levantando muros, o puedes vivirla saltándolos. Me niego a vivir este año, veinte años seguidos... no quiero ser la bailarina que gira sin parar mientras los demás se quedan inmóviles mirándola. El tiempo parece detenerse, mientras ella gira y el resto para.

Los muros no dejan a la gente fuera, sino a ti dentro. Pero... dentro de qué. Dentro de ti, sin dejar pasar al resto... a ellos, a los demás.

Pero se diferenciar de ese resto a la amistad. Yo la amistad la guardo en una cajita de cristal. Pequeña, transparente, donde guardo allí dentro todos mis pensamientos. Un cristal fino donde me reflejo. Son porciones de mi corazón que intento que no se rayen nunca.

Un amigo es más que una persona. Algo que no es físico, algo que siempre llevas. Es eso que recoges por el camino y guardas en tu cajita de cristal. Todo eso en lo que crees, en lo que confías, en lo que sientes. Eso que te abraza cuando piensas que no puedes más. Algo que lamentas no ver. Porque el amigo no se ve, no se toca, no se huele. Simplemente lo sientes.

Por eso, te digo, que lo único que se, es que si finalmente por aventura se cruzaran esos muros...


...las vistas al otro lado son fantásticas...

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