sábado, 26 de abril de 2008

Cuando todo era más fácil


Y ahí estoy yo, sentada en el suelo, con el vestido lleno de pintura y los churretes de Nocilla que parecían no tener límites en mi cara. “¡Violeta! ¡Cusha, qué hase otra vé tirá en el suelo, va a cogé una pulmonía!” me dice mi yaya, la pobre ha tenido que criar a cinco hijos y ahora disfruta conmigo, como si fuera el mejor regalo que la vida le ha mandado. Mientras, mi abuelo, guiñándome un ojo me incita a que siga pintando con mis pequeñas manitas, porque para qué utilizar un pincel... las manos, como el mundo, a los 2 años tienen miles de posibilidades, que con el paso del tiempo se merman y limitan a lo estandarizado. Me aburro, me levanto, voy a la cocina e intento coger unas cerezas que tiene mi abuela en un recipiente con agua. No llego. Grito. Y ahí está mi abuelo para alzarme. “¿Dónde están las caras bonitas?”. Sonrío. Me las pone en las orejitas “ole, mi niña que guapa que está”

PARADA SOLICITADA


“Erasé una vé, una cabrita muy pequeñita que tenía una mamá...” de nuevo mi yaya me contaba el mismo cuento, me lo sabía de memoria, pero me encanta escucharla y quedarme dormidita entre sus brazos, en la butaca de la terraza mientras el sol acaricia su rostro lleno de arruguitas que me divierte tocar.


...Creo que es tu parada Violeta, ¿bajas?


A veces no me soporto, entonces cojo y me voy, me voy a mi mundo donde pintar con las manos era mi única tarea y donde mis pendientes eran cerezas... al rato vuelvo a ver qué tal estoy, cómo me va.

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